Reflexiones en torno al “feroz lobo”
Las familias
con niñxs que presentan alteraciones en el desarrollo evolutivo, tienen que
utilizar mecanismos de resiliencia y de escucha más finos y potentes, más si,
cuando, a efectos prácticos, esa capacidad de mirada sensible nos permite mejor
conexión, más comprensión y
comunicación “sonora y armónica” con lxs peques. Tienen que pasar por las
incertidumbres de evaluaciones, pruebas neurológicas y genéticas, entrevistas
con profesionales, horas de sesiones, papeleos… Para un posible diagnóstico que
facilite plantear objetivos terapéuticos eficaces.
Necesitan dosis altas de resiliencia, la valiosa capacidad que podemos desarrollar
los seres humanos para adaptarnos a las
circunstancias y vivencias abrumadoras, aprendiendo a poner en juego todos
los recursos que les permitan superarlas. Desde
los potenciales de desarrollo, desde lo que se tiene, no desde los límites.
Se puede sacar partido a la capacidad sensitiva y táctil o visual, aun estando
limitado a nivel motor, por ejemplo.
Cuando las
familias comienzan a conocer las características únicas de su hijx, en un
proceso de adaptación mutua, que ha de ser necesariamente dinámico y flexible, mi
labor terapéutica inicial para facilitarles una mirada “más amplia y sensible”,
implica la explicación de una metáfora; el cuento
de Caperucita.
En el cuento,
Caperu parte de un “no saber”, de un desconocimiento sobre “el lobo”, y éste
feroz lobo, sabe afinar los sentidos, para oír, ver, saborear, oler, tocar…más
y mejor. Se disfraza de “abuelita”, personaje que le inspira confianza y
familiaridad a la niña, para acercarse a ella y enseñarle a afinar sus
sentidos. Aquí, lxs papás y mamás me dicen” ah!, pero el lobo tiene la boca muy
grande para comer mejor”, les contesto:” claro, se come lo desconocido, el no
saber, no a la niña”, porque en los cuentos todo es simbólico, nada es literal.
Se trata de un cuento lo suficientemente reconocible, y una comparación lo
necesariamente "increíble o extraña”, como para que las familias comiencen
a entender el proceso:
· “Caperu” que desconoce en un inicio,
las familias que desconocen a su hijx y sus características.
· La “abuelita- lobo” que tiene saber
acumulado y recursos sensoriales e instintivos como especie, de memorias
biológicas, de seguimiento de ritmos, sentidos, tacto, olfato, vista, capacidad
de ver y leer el cuerpo, los sonidos, el llanto, la mirada de su bebé cría…Aunque
cree que no sabe.
· La terapeuta que provee recursos
psico--educativos en forma de programas de estimulación cognitiva, lingüística,
social…Sería como el bosque que facilita y guía el camino hacia la casa de
abuelita, familiar y cálida. Y me puedo extender aún más, desde el
desconocimiento emprendemos un camino hacia un espacio seguro y acogedor de
saberes potenciadores de comunicación y conexión empática con el niñx, en forma
de técnicas, juegos, que facilitan y estimulan su desarrollo, que potencian todos sus aprendizajes desde lo
lúdico.
Porque al
final, lo que importa de ésta metáfora es sensibilizar los procesos
parento-marentales de afinamiento de la mirada para ver, oír, tocar, oler…sentir y
escuchar, esperar, comprender, seguir, potenciar y disfrutar a sus hijxs. Y que
la ignorancia de paso a la comunicación “sonora y armónica”.
Me ha
parecido interesante compartir una visión “poética y personal” en torno a la
importancia de sensibilizar a las familias para que participen y sean aliadas
en terapia. Así es como lo comparto y como lo intento transmitir a mis
familias.
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